Hoy mi corazón está lleno de melancolía,
este día lluvioso me trae dulces recuerdos
de la bonita infancia que viví en mi Galicia.
Mi infancia transcurrió entre la escuela y la Iglesia,
y la hera de mi casa donde con mis amigas jugaba.
Entonces no teníamos centro social,
pero sí muchas ganas de progresar, y
en el"atrio" (patio) de la Iglesia nos reuníamos a jugar,
el cura muy benévolo nos enseñaba a cantar,
a recitar bonitos versos y a entender que la adolescencia
es una incomoda etapa, pero con su ayuda
y la familiar no es tan difícil de llevar.
En esa parte del Cantábrico que da vida a nuestra aldea
es un espectáculo único cuando sube o baja la marea,
no decae su hermosura si se muestra embravecido
llenando de espuma blanca las rocas
y también las barcas que en el pequeño puerto natural
se encuentran fondeadas.
Cundo la lluvia fina e intensa nos impedía ver el faro
pero en la lejanía sentíamos las bocinas de los barcos,
todos sin mediar palabra a la Virgen del Carmen
le dábamos las gracias,
pues siempre algún padre o hermano en esos barcos faenaban